Recuerdo aquel dia lejano, como si hubiese sido ayer mismo.
Ese dia era uno de esos domingo calurosos, en pleno agosto, en los que ni por todo el oro del mundo te levantarías del sofá donde el aire acondicionado es tu mejor compañía, y la tele, tu aliado. Pero mama, como de costumbre, no soportaba verme allí tirada, aunque sigo pensando que es porque es ella quien quiere hacer lo que yo cuando no estoy. Sea el motivo que sea, me hizo vestirme y me echo a la calle, con la escusa de que a mi edad debía divertirme bajo los abrasadores, digo encantadores, rayos de sol. Asi que cogí mi monedero y a mi perro Scot